Por Nicolás Ferrera

Sentimiento latinoamericano

“Una de las cosas que perdimos en Caseros, fue la costumbre de escribir y pensar como latinoamericanos. Bolívar, San Martín, Artigas, Moreno, Monteagudo, Rosas, etc. todos escribían y opinaban como americanos. Después de la caída de Rosas eso se terminó: como semicolonias, los países perdieron ese sentido americano.”
John William Cooke

jueves, 6 de mayo de 2010

Latinoamérica: destinatario de los efectos residuales de la globalización

(Por Nicolás Ferrera)

La versión hispana del Facebook es la consecuencia del acatamiento a la doctrina del “dios globalizador” que reside en todo el mundo pero que atiende en Estados Unidos, líder del avasallamiento comunicacional corporativo y capitalismo centralizador que se reproduce en todas las esferas de la posmoderna “aldea global” que acuñó Marshall McLuhan y que cobra sentido en nuestros días.

Pero la historia latinoamericana no siempre estuvo bajo el yugo norteamericano, al menos en la ideología libertaria y revolucionaria de aquellos que impregnaron estas tierras con una mirada netamente autóctona e independiente para formar ejércitos de intelectuales que expresaron el sentir de la Gran Nación Latinoamericana.

Mario Casalla es un ejemplo de los pensadores que tienen una visión latinoamericanista libertaria, y en su libro “Identidad, culturas, ciencia y tecnología” hace una distinción importante para comprender el poderío norteamericano encumbrado en la globalización sobre los países del sur de América: sometidos al nuevo dogma del capitalismo “modernización y progreso”.

La modernización, tras la frustrada liberación latinoamericana y los golpes de estados en los 70 que configuraron el mapa reaccionario de Estados Unidos en la región con la posterior llegada de la ola privatizadora de los noventas, se ha transformado en un eslogan y un modelo para “salir del atraso”. Lamentablemente, muy lejos de ser así, esta premisa se ha vuelto en contra del progreso de nuestros pueblos, profundizando aún más las diferencias sociales como una daga que se clava en el pecho de la libertad.

Casalla es determinante: “La modernización se transformo, de a poco, en el instrumento y en el objetivo. (…) Cambiar dejo de ser algo que pasaba por la “revolución” o la “rebelión”, o por su equivalente histórico en el Tercer Mundo: la “liberación”. Cambiar ahora es “modernizarse”. Las comunicaciones en latinoamérica están sufriendo un proceso de descentralización, donde grandes grupos económicos poseen el espectro comunicacional de un país y hacen negocios con ellos. Es por eso que la lucha recién empieza.

Esa lucha debe darse en el seno de un proyecto nacional, entendiendo que nuestras necesidades y proyecciones futuras difieren de las planificadas por Estados Unidos y la gran comunidad global; “diferentes son las causas de nuestro atraso y diferentes los caminos de nuestro progreso”, asegura Mario Casalla con total razón y lucidez. De lo que se trata ahora es de emprender nuestro propio camino, librar nuestras propias batallas en nombre de lo que realmente necesitamos: un proyecto unificador en América Latina, lejos de la segmentación a la que nos induce el armamento tecnológico.

Los países de la extensa América Latina están frente a una oportunidad histórica como nunca antes. La entrada a los 200 años como Gran Nación libre no deben ser en vano, y es una excelente oportunidad para pensar y delinear un trabajo conjunto entre pueblos para elaborar un proyecto de comunicaciones autóctonas, realmente independiente, resaltando la cultura que durante siglos dieron forma al paraíso latino, que supo restablecerse una y otra vez al infierno que Washington tejía desde las sombras y, en suma, para dejar de absorber los efectos residuales del imperio.

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